El medio ambiente como entorno natural está constituido por la relación existente entre la naturaleza y los seres vivos que la rodean, donde estamos incluidos los seres humanos. Es un entorno que ha entrado en un constante desequilibrio debido en gran parte al accionar que como humanos hemos ocasionado. Se ha establecido una relación meramente instrumental y productiva con los recursos naturales que nos proveen todos los beneficios y necesidades que requerimos para poder vivir. Todas estas acciones derivan de las diferentes cosmovisiones que orientan la conducta humana. Se pueden denominar como “nuevas cosmovisiones”, los enfoques sociales, culturales, económicos y políticos que nos han regido desde hace un par de siglos, con el surgimiento de la industrialización y el capitalismo moderno, denominado también popularmente como capitalismo salvaje o depredador.
Estos enfoques han forjado una sociedad con necesidades infinitas propias de un sistema que no promueve el equilibrio sino el consumo a gran escala, esto a través de la eliminación del Estado como regulador de las acciones, y de la medición del nivel de desarrollo a través del PIB ( Producto Interno Bruto). Pero ¿Cómo podemos entender el accionar de la nueva sociedad humana post-industrial y moderna, si no entendemos las implicaciones morales, psicológicas, sociales, políticas y económicas que han marcado nuestra historia? Es de gran relevancia establecer que la historia humana ha estado llena de muchas contradicciones. Siendo nosotros una misma raza, hemos engendrado uno de los peores males a gran escala contra nosotros mismos, forjando una vida marcada por las desigualdades sociales, raciales, la esclavitud, la violencia, la guerra, el individualismo o bienestar propio, el lucro o capacidad económica como único factor que garantiza el “buen vivir” en la tierra.
En unos tiempos fueron los reyes, los emperadores, los señores feudales, la iglesia, los políticos, ahora es la economía la que tiene el poder absoluto, casi que está inmiscuida en todas las esferas sociales y ambientales. El mercado le da permiso, o no, a las demás esferas sociales para que puedan actuar, generando no solo unos comportamientos sociales y humanos que derivan de este sistema, sino planteando un desafío que hace casi imposible ver la solución dentro de este mismo sistema que es sólo polvo. Es claro evidenciar que la vida en la tierra tal cual y como la conocemos hoy día, es el producto de una serie de innovaciones y de capacidad de adaptación que hemos desarrollado los seres humanos a lo largo de toda nuestra historia. Historia que para muchas culturas tiene una relación directa con el entorno, con la naturaleza, con la “Pachamama” o madre tierra como se conoce.
Relación que ha perdido cada vez más fuerza al creer que los seres humanos somos casi dioses capaces de controlar los ciclos de la tierra, el clima, la vida en la tierra, la vida en otros planetas, la vida de nosotros mismos, condicionándola a una relación instrumental que es producto de una época y un tiempo en el que estamos inmersos. Si bien es importante el desarrollo de la ciencia y la tecnología, que nos ha permitido entender este complejo universo que nos rodea, alargar nuestra vida, y es un proceso vital que nos permite crear, entender, planificar y construir sobre nuestra historia, es también importante entender el ciclo vital y natural de la tierra, verla como un ser vivo, que no necesita de los seres humanos que al final somos una especie más que pasa por ella, pero que como especie le debemos todo, pues sin ella no podríamos ser lo que somos.
Es contradictorio que hoy estemos en un punto donde discutimos por la necesidad de que nuestras acciones tengan un menor impacto sobre la tierra, pues le debemos la vida. Y no se trata de tener o no un menor impacto con la tierra, la tierra se regenera, pero sus ciclos naturales son lo que hemos estado alterando y eso no sólo afecta a la tierra, nos afecta a nosotros directamente como especie, nos pone en peligro de desaparecer.
Más allá de las profecías apocalípticas que amenazan la especie, o los disidentes de la teoría del Calentamiento Global, también conocido como Cambio Climático que exponen el hecho de que el clima naturalmente siempre está en constante cambio. Es claro establecer que nuestro estilo de vida si está afectando la salud de la tierra y de los seres que habitamos en ella, pues estamos contaminando recursos, como el aire o el agua, con los desechos tóxicos del aire, la continua deforestación, el vertimiento a los ríos y océanos de basura y desechos industriales, entre otras acciones que también contradictoriamente son propias de un modelo de “Desarrollo” aplicado a nivel mundial.
El discurso va más allá de si los humanos vivimos en la tierra, o en marte, pues nuestra capacidad tecnológica nos va a llevar a otros planetas, el problema es, que si como especie no nos desprendemos de todas nuestros prejuicios, de todas nuestras ambiciones, entendidas como una necesidad personal que quiere siempre estar por encima de algo o alguien, así lleguemos a otro planeta parecido a la tierra, vamos a tener la misma relación de depredación, de dominación, de injusticia social. Si no mejoramos la relación que tenemos con nosotros mismos y con nuestro entorno, la relación de los humanos con los agentes externos siempre será igual, se requiere un cambio de conciencia humana para equilibrar la relación del ser humano-naturaleza. Vivimos en un planeta con infinitas capacidades para brindarnos a todos los seres vivos un buen vivir, este buen vivir que como se menciona en el texto de Adalidad Contreras (2014) es “inclusivo, solidario, anticapitalista y anticolonialista”.
Un buen vivir que no sólo responde a una necesidad biológica, entendida como la capacidad para satisfacer las necesidades básicas, que en el caso de los seres humanos aún ni siquiera logramos, pues muchas personas en el mundo mueren de hambre. Este buen vivir va orientado a mejorar las relaciones sociales, a orientar las necesidades, a saber escuchar a la naturaleza, a asumir los compromisos éticos. El proyecto de la modernidad ha transformado los modelos sociales y económicos de tal manera que la relación de los seres humanos con la naturaleza ha adquirido una nueva dimensión, los estilos de vida han variado y se han adaptado a esas necesidades del mercado, así como la propia concepción del “buen vivir”.
Además las relaciones de poder y las subjetividades se han visto afectadas, como menciona Felix Guattari (1996) la laminación de las subjetividades, la vida domesticada por el consumo “Mass-mediático” y la osificación de comportamientos. A partir de estas relaciones, él propone a la ecosofía mental, social y ambiental como la forma de reinventar las formas de ser individual y colectivamente. Chris Maccandles es un personaje de la vida real, relatado en el libro de Jon Krakauer, que precisamente es hijo de esa sociedad que busca salir de los parámetros establecidos, es el símbolo del fracaso del sistema económico de mercado que no les permite a las personas encontrar su esencia, ver otro mundo y ser realmente felices.
El sistema de mercado además parece estandarizar las etapas de la vida humana desde el nacimiento hasta la muerte como si todos tuvieran que vivir o comportarse de una determinada manera para pertenecer a una sociedad. Es así como la filosofía de vida de este personaje nos enseña que debemos ir en busca de nuestra propia libertad, tomar la iniciativa para cambiar nuestra situación de infelicidad, no ser conformistas, no someternos a las leyes opresivas e injustas , eso es una obligación moral. Necesitamos siempre traer nuevas luces a la vida. Para Chris la dicha de la vida está en abrirnos a nuevas experiencias, a no establecernos, aprender de cada uno de los seres que nos rodean y de las personas que nos encontramos, por esto tiene como norma gastar lo necesario, lo menos posible, preparar su propia comida y renunciar a la existencia segura y monótona. ¿Cuántas de esas cosas que obtuvo Chris en su viaje, nos las da el sistema económico, social y cultural actual? La comunicación surge como un eje articulador que busca responder a esas necesidades sociales, además de ser la gestora de ese “buen vivir” que como sociedad hemos idealizado. En este aspecto es necesario entablar procesos de diálogo y participación, en los que las propias comunidades humanas se empoderen de su realidad y propongan acciones concretas para cambiarla. Debemos entender la forma de relacionarnos entre nosotros mismos, y con la naturaleza, para poder crear redes de interacción social. Como se menciona en el libro “Emergencia del territorio” la comunicación para el buen vivir permite evidenciar los propósitos de cambio de prácticas, así como acciones de resistencia.
Este buen vivir se fortalece con los procesos culturales, las acciones responsables y sostenibles ambientalmente. Desde las prácticas de resistencia debemos generar nuevas propuestas que permitan una vinculación intergeneracional, para entendernos como un todo. Es importante la valoración de los intereses colectivos por encima de los particulares. La individualidad es uno de esos componentes sociales propios de nuestro sistema actual que no ha permitido lograr objetivos comunes y relaciones donde todos los seres humanos podamos beneficiarnos. En este sentido la comunicación permite el reconocimiento del otro como un ser que me aporta, además el fortalecimiento de las expresiones culturales, la valoración de acciones ancestrales y la resistencia ambiental en la que se busca modificar patrones de consumo. La comunicación se convierte entonces en un medio para educar, para transformar comportamientos y actitudes con relación a problemáticas humanas y medioambientales.
Como sociedad debemos empoderarnos de esa transformación, buscar salidas concretas a problemas específicos. Si queremos solucionar el problema del cambio climático, debemos adaptarnos, generar prácticas de consumo sostenible, reciclar, cuidar los recursos naturales, velar porque los conocimientos puedan ser transferidos. Si tenemos la información y conocemos la problemática vamos a poder generar iniciativas para ejecutar acciones. La participación y el empoderamiento se fortalecen con los lazos comunitarios, donde la comunicación entra a dinamizar, socializar, movilizar y ampliar el impacto y alcance de las propuestas para generar nuevos vínculos. Es importante que las personas pasen de ser sujetos pasivos a ser activos. No podemos entender a una cultura fuera de su entorno, es por esto que las prácticas propias que desarrollen responden a esos contextos culturales en los que se encuentran inmersos. Debemos entender lo que cada comunidad espera de su territorio para ver su relación y nivel de compromiso. Dos palabras encierran ese vivir bien, que se menciona en el texto de Adalid Contreras, y es el saber comunicarse, que abarca otras esferas como el saber escuchar, el saber compartir, saber vivir en armonía y saber soñar, acciones que tenemos que hacer en conjunto y que buscan principios de convivencia, actitudes solidarias y las apropiaciones culturales individuales y colectivas.
En esta comunicación no sólo existe una circulación de la información se busca que el emisor también produzca significaciones. No podemos mirar las relaciones de consumo fuera de las estructuras comunicativas, ya que estas crean mediaciones entre los seres humanos y la propia naturaleza. Si queremos modelos de desarrollo que se basen en el “vivir bien”, necesitamos una comunicación que construya, que sea horizontal, que permita la producción de sentidos, la participación, necesitamos devolverle la voz a los pueblos y comunidades, respetar la diversidad y autonomía de las culturas mundiales.
Es necesario como lo menciona Paulo Freire en su pedagogía de la liberación, una educación libertaria, que permita el buen vivir, una mejor forma de relacionarnos, de volver a escucharnos, el que escucha aprende y cambia. Debemos escuchar la voz de todos los seres, de los humildes, de los ancianos, de la sabiduría popular, de las aves, de los ríos, de la madre tierra, de esta forma podremos entender que como seres humanos somos parte de un ambiente. Para lograr esto tenemos que buscar los medios para ser escuchados, se plantean las redes sociales, la tecnología, el arte, los medios comunitarios y cada una de las acciones cotidianas que permitan hacernos ver nuestro accionar. Así podremos lograr como lo menciona Adalid Contreras esa aruskipt´asipxañanakasakipunirakispawa, palabra andina que en su traducción más simple nos invita a comunicarnos a pesar de toda conflictividad, estamos obligados a comunicarnos, a tener una relación más armónica con nuestra naturaleza ambiental y humana.
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