En un contexto como el colombiano, en el que miles de personas hemos sido víctimas directas o indirectas de la guerra, la capacidad de asombrarnos puede verse afectada por un estado de anestesia colectiva. En un país donde ya no sabemos cómo contar la guerra, el arte llega como una expresión liberadora de reconstrucción de memoria histórica, como una búsqueda estética de evidenciar la realidad, de hacer que se entienda y de mostrar esa capacidad de resiliencia presente en las víctimas y en el mismo conflicto.
La instalación elaborada por el artista colombiano Miguel Ángel Rojas denominada “David-Quiebramales”, también conocida como “David” del año 2005, nos presenta una serie de doce fotografías de dos metros por uno, en la que se muestra el cuerpo desnudo de un soldado mutilado en combate. Complementadas en su parte inferior por una serie de lápices clavados en láminas sobe el piso que forman milimétricamente la palabra “Quiebramales”.
Una propuesta que ha evidenciado las secuelas del conflicto armado colombiano y que habla mucho sobre los efectos la guerra en un contexto mundial. Miguel Ángel Rojas se ha caracterizado por tocar temas con la fotografía conceptual que generan de cierta forma controversia o que han sido un tabú, que van desde lo sexual hasta la violencia. David ha sido una de sus obras más reconocidas y no es para menos, es toda una representación colombiana de esa obra ilustre del renacimiento elaborada por el italiano Miguel Ángel Buonarroti, en la que se muestra al rey David, símbolo de la belleza masculina y del heroísmo en su ya conocido enfrentamiento con Goliat, en una posición de tensión y preparación para el combate.
«En esta representación colombiana de la obra David se evidencia a un soldado en una posición similar, pero sin una parte de su pierna izquierda, reflejando la tragedia de la guerra, la fragilidad del cuerpo humano»
Es inevitable no sentir que se eriza la piel al ver el contraste entre lo humano y lo sublime, entre lo estético, lo bello y lo trágico. En su rostro se evidencia una expresión que refleja cierta tristeza, desconcierto, pero a la vez dignidad, y es precisamente esa dignidad la que envuelve esta obra en la que se muestra al soldado de una manera casi icónica y estética con una herida que no sanará, pero que lo representa digno y bello.
La inspiración de este artista en la que se fotografía al soldado José Antonio Ramos llega cuando ve unas columnas de reminiscencia clásica, las que asoció con las columnas neoclásicas del capitolio (sede del congreso). Pensó en los conocimientos productivos de una pirámide social y su perdida en el camino hasta llegar a la base. Quiso asociar a los soportes humanos (las piernas) como soporte de las instituciones, y de allí surge la idea de fotografiar un soldado mutilado. Con este elemento y su comparación con el David de Miguel ángel Buanarroti, se aprecia una metáfora de la guerra y de las condiciones de esta, y así como lo menciona Ricardo Arcos “El símbolo de la república está herido, le hace falta una pierna para el equilibrio y no tiene ningún arma, ni una actitud de tensión como el mítico héroe”. Se muestra a un David (república) lejos de vencer, impotente y como una víctima más de la guerra.
El David de Miguel Ángel Rojas es una representación de una víctima del conflicto armado y de las minas antipersona sembradas por la guerrilla de las FARC, que en el país han dejado cerca de 11.243 víctimas reportadas según cifras de la acción contra minas Colombia de 1990 a 2016, de las cuales el 38 % son civiles y el 62% miembros de la fuerza pública. Estas cifras desgarradoras para un país que en ocasiones parece no sobredimensionar el alcance de sus acciones, nos reflejan la triste realidad del campo colombiano, de los combatientes, de muchos niños y campesinos que son las principales víctimas de las minas antipersona. Refleja el dolor de familias enteras, un sinfín de sueños frustrados y la indolencia de una guerra que se resiste a terminar.
«Todos somos víctimas, de una u otra manera de estos artefactos, que siembran desesperanza, todos estamos mochos, incompletos, incapaces de encontrar un horizonte, de sanar el dolor de muchas familias, de ese calvario que destroza, infecta y destruye»
Como consecuencia las minas han dejado secuelas imborrables en cuerpos y almas de miles, millones de seres humanos en Colombia. Sin duda es una obra llena de contrastes que al apreciarla y detallarla, genera una reflexión estética sobre los estragos de la guerra no sólo físicos sino psicológicos, que crea símbolos del conflicto cómo se muestra en el reportaje de Alberto Salcedo Ramos con un personaje víctima de este calvario como lo es el campesino Manuel Ceballos, o en el de Juan Carlos Guardela, en el contexto de Santafé de Ralito con el ejército y los paramilitares, en el que los jóvenes son vistos como combatientes inexpertos, incapaces de sobredimensionar la guerra, además del análisis psicológico de los combatientes, sus personalidades antisociales, duelos no resueltos, traumas, resentimientos constantes, la tristeza y la euforia y lo más importante la ausencia de un proyecto de vida definido.
La instalación de los lápices cuadrados puestos de manera que parezcan proyectiles surgen a partir de una respuesta que le da el soldado a Miguel Ángel Rojas antes de posar para su obra, en la que desconoce quién es David, la obra ilustre renacentista, por medio de la ignorancia del soldado hace una crítica a la falta de educación de la población. Esto suscita una reflexión de como el lápiz es además ese elemento simbólico de la educación capaz de quebrar los males de una sociedad, y de cómo en Colombia ha existido una ausencia del estado en la totalidad del territorio nacional. Ausencia que refleja la falta de oportunidades y de educación, elementos que han favorecido la perpetuación del conflicto, que han motivado a jóvenes a unirse a las filas de las guerrillas o a combatir sin un horizonte claro en el ejército. Y como siempre en una guerra los más afectados son la población civil y los jóvenes que combaten por un ideal que ni para ellos es claro, siendo doblemente víctimas del conflicto.
Todos somos víctimas, de una u otra manera de estos artefactos, que siembran desesperanza, todos estamos mochos, incompletos, incapaces de encontrar un horizonte, de sanar el dolor de muchas familias, de ese calvario que destroza, infecta y destruye, pero que como menciona Jesús Abad Colorado, “en una guerra hay matices, se debe encontrar el alma de los que sobreviven y descubrir su capacidad de resistencia, eso que hoy llaman resiliencia”, y una obra como David hace precisamente eso, desnuda el alma del conflicto, lo muestra humano.
#ConflictoArmado #Colombia #DavidQuiebramales #MiguelÁngelRojas #Arte #Guerra #Paz