Periodista: Dave Rincón
En el cine, cuando nos encontramos con el personaje de un luchador, los espectadores solemos empatizar rápidamente con la historia, porque quizás es la mejor metáfora que hay de la experiencia de vivir, ya sea porque en nuestro caso encontramos reconocimiento en nuestras propias experiencias o por el contrario, nos inspira a tener una vida más arriesgada.
Entonces vemos al personaje afrontar varios tropiezos y golpes, volverse a levantar y “seguir en la lucha”, de forma literal, el morbo nos mantiene atentos.
Yo no soy un fanático de este tipo de filmografía de luchadores ‘Wrestling’, pero esta cinta en particular (The Wrestler) me deja con una grata imagen de esta profesión, deporte o show, según el ojo desde el que se mire.
Envejecido y lleno tanto de secuelas físicas como emocionales, los días de gloria del luchador Randy Robinson (Mickey Rourke) han pasado a la historia, pero él se niega a aceptar que el tiempo lo ha vencido, y por eso intenta retomar el contacto con su hija y darse una oportunidad en el amor.
Quise ver la película de inmediato cuando supe que su director era el mismísimo de ‘¡Madre!’ (2017) con Jennifer Lawrence y Javier Bardem; También de ‘Pi’ (1998), no la del hindú naufragando en el mar sino la del matemático que pretende decodificar el sistema numérico del mercado bursátil. Entre otros buenos títulos de este interesante director.
En particular, para esta película resaltó el protagónico de Mickey Rourke como Randy Robinson, cuya apariencia en serio hace creer que en verdad fue luchador en el pasado. Juraba que lo era, tuvo mucha credibilidad para mí. Aunque, sí, también se usaron luchadores reales dentro del reparto como Ernest Clifford (‘The Ayatollah’)
Por su parte, Marisa Tomei encarna a Cassidy una ‘’stripper’ de un club nocturno para caballeros, pero en el día educa y cuida a su hijo. Quién será una amiga muy cercana del protagonista. Su excelente papel le valdría incluso para ser nominada a los premios Oscar en el año 2009.
No soy un asiduo espectador de estas luchas. Aunque pueda que tal vez sea entretenido, sobre todo por el espectáculo, las entradas de los luchadores al ring con bombos y platillos. El uso de la misma escenografía como las sillas, las escaleras e incluso la prótesis de pierna de uno de los asistentes en el público para darse en la mula entre sí, resulta hilarante y extremo en algunos momentos.
Esta película invita a diferentes audiencias, a quienes conocen y no de las luchas, quienes dicen que son actuadas o los que al contrario las apoyan fervientemente. Pero en definitiva aquí vemos al ser humano, incluso más luchador que el que aparece en el ring, uno que vive su soledad, sus problemas, sus miedos y sus pasiones al límite.
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